viernes, 5 de octubre de 2012

Si algo queda...




Nada más angustiante que no tolerar el lento caminar de la aguja más larga. No tolerar, de eso se trata, de no soportar el discurso de una miserable llorona. Ruego al tiempo que tras su paso me deje tiradas por el suelo unas cuantas sonrisas y cuando lo hace agradezco su gesto con gran fervor. Pero cuando se empeña en incumplir mi petición, la cosa se pone fea, muy muy fea. Se revuelca mi espíritu, se levanta una sombra que oscurece mi esencia, que con dudas y locura inicia algo que no puedo llamar de otra manera que no sea torbellino. Y desaparecen mis sentidos, cada uno de ellos se va esfumando, así, poco a poco. Gusto, visión, olfato, tacto y audición se apartan de mi ser. Algo se queda, ese algo que no es un Yo; y saboreo, observo, huelo, acaricio y escucho a través de otro, otro ser tan inexistente como su género, como su propio reflejo. Si en este momento los restos de hueso, piel, arterias y órganos se dignan en provocar alguna sensación, no me queda otro conjunto de letras que usar para lograr la descripción, otro grupo de letras que no sea DOLOR. ¿Y como pedirle a algo ya fallecido que se refugie en la muerte? Cuando se agotan los caminos, las lágrimas, los pedazos de cristal que había en el suelo, es ahí cuando confundes, cuando los seres existentes acribillan lo que sobra de tu materia. Y ya perdidos los sentidos, anhelas ese rescate que sabes que nunca llegará, que solo se asoma de forma pasajera y efímera. Caes en los brazos de la nada, en manos de fatídicas ideas y desesperantes paisajes que aparecen solo para aprovechar lo que aún queda, si algo. Desaparece la inspiración, el amor, la desmotivación, el odio, se evapora cada elemento, cada sentimiento, como lo hace el recuerdo. Y todo regresa, porque es que aquí el tiempo nunca ha pasado, la realidad es que nunca se ha caminado más allá de ese borde que te acerca a la luz, a la vida. Las palabras aún con su riqueza no se estiran lo suficiente para garantizar expresión, este es el caso perdido, el verdadero caso. Caminar en falso no es caminar, caminar en falso es esta muerte, porque en estos lugares nunca ha reinado el existir, nunca se ha visto más que pedazos, pedazos de nada. Un rompecabezas se arma con paciencia, interés y pasión, pero estos pedazos son parte de lo que no es, de lo que nunca fue y nunca será, de lo que ni tan siquiera fue soñado alguna vez. Si tan solo soplara un cálido viento que desvaneciera este miserable cuerpo, que arrastrara con fuerza cada entraña, cada residuo. Suplico al viento la calma, la que nunca he conocido, la que aquiete mis rebeldes instintos, la que otorgue humedad a tan seco desierto. Y es que no es más que injusticia respirar por otros, consumir oxígeno que otro con gusto aprovecharía, robar un espacio que algún ser gozaría con plenitud. Este mundo ni se destroza, ni se destrozó, este mundo siempre fue un caos, siempre perteneció a esos dioses del mal que ahora atormentados reclaman con desenfreno su propiedad. Un material de carne y hueso no aguanta tanto, no aguanta los embates de una tormenta tan fogosa, tan furiosa; no aguanta la furia de un despiadado volcán, ni el peso de un planeta con filosos anillos. Esta flor siempre estuvo marchita, desesperadamente suplico que la dejen ser, que la dejen sin riego, sin sol, sin color; tal cual siempre fue, tal cual es; Vivir, morir, eso pierde significado cuando se intenta simplemente existir. Porque no hay vida sin muerte, porque no hay muerte sin vida, y nunca habrá alma sin cuerpo que albergue sus demandantes gritos…

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