Son
remotas y oscuras esas ocasiones en las que el juego y la fantasía se ponen de
acuerdo para invocar al peligro. Esos lapsos de tiempo en los que te sientas al
lado de una sensual psicosis que te
empapa de sutiles y persistentes elogios. Esa dulce y fina línea entre el soñar
no cuesta nada y el vivir del aire, de imaginación, de efímeros sueños. Es que
a mi esos sueños me han costado la vida y apenas camino entre laberintos que se
han convertido en un enigmático hogar, una casa llena de cuentos y dulces
susurros que me invitan a continuar respirando. Limpio con gran insistencia y
perfección las surcos y fisuras que decoran ese espacio en el que se pasean
imperfectas neuronas y rabiosos circuitos. La cosa es que no me canso de ser la
ama de laberintos y de abrir la puerta a ocasionales invitados que confusos e
inocentes buscan distracción en estos lugares de aparente pasividad.
Y el
asunto real detrás de todo, es saber que a veces resurge de ese hogar un
fuerte, un castillo, donde se libra una batalla que muy pocos saben como ganar.
Y es en ese, mi Castillo, donde mis súbditos se debaten entre la vida y la
muerte. Con el egoísmo de una reina caprichosa, soy yo quien escojo sus hazañas
y destinos. Soy yo quien de antemano conoce las salidas de mi propio laberinto.
Atrapados todos, el juego se vuelve una realidad que a duras penas se distingue
entre los mares de las conciencias. Y puedo ser esa reina, que en un arranque
de cordura te seduce volviéndote parte de una locura exquisita, deliciosa y
adictiva. La misma que ha dejado caer al resto de su ejército en una trampa eterna
donde ni siquiera es salvadora la muerte. ¿Quien ha dicho que esa trampa no es
también una sabrosura envuelta en engaños y lujuria?
La ama
de laberintos solo sueña con ser reina, delira por el poder de manejar un
ejército de súbditos de los que pueda extraer pasión. La pasión suficiente para
escapar de oscuros laberintos y experimentar tan siquiera breves percepciones
de realidad. Esa misma realidad que es también fantasía, de la que siempre
deseas escapar a través de algún pervertido sueño o de algún delirio bienhechor.
Y cada cual que desate sus propias batallas, que construya sus propios
laberintos, hogares y trampas. Y al final, que cada soldado me abra la puerta a sus laberintos de tentadoras fantasías.
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